En México, las mujeres y las niñas son víctimas de violencias de manera cotidiana, lo que impide de manera sistémica que tengan el mismo acceso a las oportunidades que una ciudad ofrece, en comparación de los hombres. El transporte juega un papel fundamental en permitir este acceso equitativo entre todas las personas. Hoy, queremos resaltar la necesidad de hablar y actuar en movilidad y género. Para ilustrar la desigualdad de acceso a la ciudad y la movilidad entre hombres y mujeres, nos dimos a la tarea de analizar la encuesta de género realizada por el Metrobús[1] que, si bien es considerado por las mujeres como el sistema de transporte más seguro de la ciudad[2], sigue evidenciando patrones de violencia de género.
El género es una categoría social que define múltiples aspectos de las prácticas y experiencias cotidianas de hombres y mujeres, incluyendo la manera en la que actúan, visten, se comportan, y por lo tanto, sus motivos y patrones de viaje[3].
Pero entonces, ¿cuáles son las características de la movilidad de las mujeres? Aquí resumimos las principales[4]:
- Existe un patrón de “movilidad del cuidado”, según el cual las mujeres realizan viajes más numerosos y complejos, generalmente para tareas de cuidado como llevar a niñas y niños a la escuela, hacer compras, o visitar familiares.
- Las mujeres son más dependientes del transporte público que los hombres para sus viajes cotidianos, aún y cuando las rutas de transporte no atienden a sus necesidades, ya que fueron planeadas de forma radial para conectar el hogar con el lugar de empleo (es decir, para viajes que los hombres suelen realizar).
- Las mujeres caminan más que los hombres, en distancias cada vez más largas, en ciudades cada vez más expandidas.
- Las mujeres tienen un menor acceso a un automóvil propio, ya que si existe un vehículo en el hogar, el hombre es el que lo usa en prioridad. En nuestras ciudades construidas para el uso de este vehículo, esto implica que las mujeres tienen menor acceso a destinos, oportunidades de empleo, estudio y ocio.
Por ser más vulnerables ante la violencia sexual, las mujeres dan mucha importancia a este factor a la hora de desplazarse en la ciudad y de ocupar el espacio público. Si bien la violencia “real” es importante, la violencia que puedan percibir, también lo es.
Por estos fenómenos, las mujeres están obligadas a adoptar diversas estrategias para garantizar un nivel mínimo de seguridad en la ciudad: ajustar sus horarios de viaje, escoger entre ciertas y limitadas opciones de transporte, o desplazarse con acompañantes como pareja, hijos o parientes[5]. En ciudades latinoamericanas por ejemplo, las mujeres prefieren usar modos informales como bicitaxis, mototaxis o transporte público de baja calidad que, si bien son más flexibles para los tipos de viajes que realizan, resultan más costosos y peligrosos, profundizando la brecha de género[6]. En último recurso, las mujeres están obligadas a evitar desplazamientos, lo que reduce aún más la posibilidad que tienen de acceder a oportunidades sociales y laborales fuera de su hogar.
En el ITDP, pensamos que parte de la solución reside en potenciar el acceso equitativo, cómodo y seguro de las mujeres a los bienes y servicios de la ciudad, a través de la mejora de las características del entorno urbano de estaciones de transporte, priorizando ante todo la seguridad real y percibida de las mujeres. En ciudades extensas como la Ciudad de México, el transporte masivo es en muchas ocasiones necesario para recorrer los kilómetros que nos separan de nuestros destinos. Pero para poder acceder a las estaciones de transporte de forma rápida, práctica y sustentable, también necesitamos entornos seguros y accesibles para las personas a pie o en bicicleta.
¿Qué podemos hacer para volver nuestras ciudades más accesibles a mujeres?
1. Mejorar las condiciones para acceder a las estaciones de transporte público, a pie o en bicicleta
- Diseñar entornos urbanos adecuados, priorizando los entornos de estaciones de transporte. Es importante que los espacios públicos sean ordenados y mantenidos para mejorar la percepción de seguridad de las mujeres al ocuparlos.
- Diseñar infraestructura peatonal y ciclista de alta calidad. En particular, las veredas deben ser amplias y libres de obstáculos, para que las mujeres puedan transitar de forma cómoda sin tener que bajar al arroyo vehicular; sobre todo si vienen acompañadas de niñas, niños o personas de la tercera edad.
- Ofrecer un entorno amigable para el uso de la bicicleta que fomente la intermodalidad a proximidad de las estaciones de transporte público, con biciestacionamientos protegidos, infraestructura segura y medidas de pacificación del tránsito.
- Asegurar que las mujeres puedan “ver y ser vistas”, en espacio iluminados, con plantas bajas activas que atraigan a más personas, especialmente en horarios nocturnos.
2. Mejorar las condiciones de viaje en el transporte público
- Elaborar programas de educación y difundir campañas de sensibilización para la prevención de la violencia de género.
- Elaborar un protocolo de atención a víctimas de violencia sexual en el transporte público.
- Sensibilizar y capacitar al personal operando los sistemas de transporte público, incluyendo a agentes presentes en las estaciones y su alrededor.
Sobre todo, es primordial transversalizar la perspectiva de género en la planeación de la movilidad, estableciendo metas para mejorar las condiciones de acceso de las mujeres a los sistemas de transporte. Estas metas requieren de instrumentos de monitoreo y evaluación, que nos informen del avance hacia los objetivos establecidos y de la experiencia de las mujeres en el transporte y el espacio público. Finalmente, necesitamos feminizar nuestra política y asegurar una mayor participación de mujeres en la toma de decisiones, para cambiar la perspectiva desde la cual se han tomado las decisiones de manera tradicional y que han llevado a ignorar las necesidades de la mitad de la población urbana.